Cada país tiene su propia idiosincrasia, formada por el clima, las creencias y las culturas y aunque los avances tecnológicos han contribuido a uniformizar estéticas, lo cierto es que en la cocina se guarda la raíz de donde se proviene, tanto en lo gastronómico como en lo relativo a la ubicación geográfica y la estética.
La cocina en México, por ejemplo, nos sugiere color, alegría, comidas muy picantes y música de Mariachis, junto a flores de color muy fuerte, macetas de barro y muros de piedra, muebles de almacenaje austeros y de material de obra, estantes de madera cerrados con cortinas blancas de lino grueso, mesadas de azulejos en tonos alegres y muy grandes, cocinas pensadas para familias numerosas que cuentan con espacios grandes para reunir a más de dos generaciones.
En cambio Japón nos ofrece el minimalismo, tradición ancestral transmitida de generación en generación junto a la tecnología más avanzada, así su cocina en la zona de trabajo es muy actual, combinando el acero inoxidable con paneles blancos contando con todo tipo de electrodomésticos y woks y ollas para hacer sus comidas crudas o al natural, pero lejos de esta área se pueden encontrar cuadros multicolores junto a la tradicional lámpara de papel japonesa, una mampara divide el área de trabajo del comedor, que cuenta con paredes de caña de arroz, pantallas de papel, una mesa baja de acero y madera y cojines para sentarse directamente en el suelo.
Aunque cada estilo étnico puede servirnos de inspiración, no es conveniente adaptarlo a cualquier lugar, la estética arquitectónica está influenciada por el clima de cada lugar, los rasgos culturales y al gusto de cada persona, algunos resultados de mezclar una estética con otra generalmente no dan buenos resultados.